Con un permiso tácito, no solicitado, me voy a permitir
hoy traer aquí, al foro de la “Universidad de la Vida” una pequeña conversación
habida a través de whatsapp entre un grupo de amigos, chicas y chicos, de
diferentes edades.
Y lo hago sobre la base de la concepción de este Blog en el
que todos podemos aprender y crecer en base a las aportaciones y comentarios de
cada uno de nosotros, pues esto es la “universidad de la vida” en la que -con las palabras que hacía suyas otro miembro
del mismo grupo- “Cuando eres un buen observador, todo el mundo
es tu maestro”
Bien, lo que pasó fue lo
siguiente:
Una persona del grupo
manda por whatsapp la siguiente imagen
A la que en primer lugar
alguien contesta: “¡¡Qué
gran verdad!!”
Sin
embargo, otro miembro del grupo contesta
A lo que
un cuarto realiza un comentario con un emoticón de desagrado y el siguiente
comentario : “XXX….no
has aprendido nada….o ya se te olvidó”
El
intercambio de opiniones y comentarios continuó, pero no es necesario traer más
a la introducción del tema, que no es otro sino la eterna discusión entre “placer-hedonismo-cuerpo
frente a amor-trascendencia-mente o alma”
Realmente ¿es evidente la diferencia entre un plano y
el otro? ¿el plano del amor-alma es “superior” al del placer-cuerpo? ¿Está en
un “nivel inferior” de crecimiento personal la persona que “aún no se ha
desprendido del placer corporal”?
Ni yo
voy a establecer aquí un dogma indiscutible, ni creo que en realidad exista una
“verdad” aplicable a cualquier hombre o mujer en virtud de su propia esencia.
Creo que hay múltiples factores a considerar y aquí y ahora simplemente voy a
citar y comentar algunos de ellos.
Y para
comenzar voy a citar la siguiente frase atribuida a Pascal : “No es vergonzoso que el hombre sucumba
bajo el dolor, pero sí es vergonzoso sucumbir bajo el placer… ¿A qué se debe,
pues, que sea glorioso para la razón sucumbir bajo el esfuerzo del dolor, y que
le parezca vergonzoso sucumbir bajo el esfuerzo del placer?”
Luego me voy a referir a
otras frases y pensamientos concretos de otros filósofos, pero quiero llamar ya
la atención en que en el fondo de todos los artículos y textos que he
consultado para hacer este artículo, el nudo gordiano de los diferentes puntos
de vista no es más que la evolución social y cultural del ser humano. En cada
época histórica, las diferentes líneas religiosas y culturales han ido
conformando principios éticos y morales a favor y en contra de las cuestiones
planteadas anteriormente.
Por eso, el profesor
Miguel Martinez Huerta explica la anterior frase de Pascal en el sentido de que
las “desgracias” que nos sobrevienen, y nos causan dolor, provocan un respeto,
cuando no admiración, para aquellas personas que las sufren; pero para las
personas que “se diferencian” de los demás por buscar activamente sus fuentes
de placer y bienestar, no se les quiere valorar socialmente (¡¡y
religiosamente, añado yo!!)
El ser humano, en la cultura cristiana en la que venimos viviendo desde
hace veintiún siglos, está inmerso en un pensamiento cultural de alabanza del
sufrimiento y menosprecio de la búsqueda del placer.
Por eso, como el placer,
el bienestar es connatural al ser humano, la única forma de compaginar ambas
cosas es a través de los conceptos de “alma” y “amor” como diferenciación
“sublime” de la “materialidad” y
“animalidad” del “cuerpo-placer”
En el ámbito de lo humano
no hablamos de “instinto” porque el mismo atañe al mundo animal y como las
personas estamos condicionadas por el lenguaje y la cultura, el instinto se
pierde, queda desdibujado porque tiene que ver con lo natural, lo biológico. Por
ello, ha sido tratado en profundidad por la Filosofía; pero ésta se ha visto
dominada por la psicología que ha introducido el concepto de “pulsión”, que
aunque tiene que ver con la sexualidad, con Eros, viene a constituir un mundo
complejo apartado del concepto (animal) de “instinto”
Por eso, voy a comentar algo en relación con la
filosofía del “Epicureísmo”
El epicureísmo es una doctrina filosófica que trata de
explicar la consecución de “una vida feliz” mediante la búsqueda inteligente de
placeres, la
ataraxia (ausencia de turbación).
Fue enseñada por Epicuro de Samos, filósofo
ateniense del siglo IV a. C. (341 a. C) que fundó una escuela llamada Jardín y
cuyas ideas fueron seguidas por otros filósofos, llamados epicúreos.
El gusto, el placer, para
el epicureísmo no debía conformarse al cuerpo, como preconizaba el hedonismo
cirenaico, sino que debía ser también intelectual. Además, para Epicuro la
presencia del placer o felicidad era un sinónimo de la ausencia de dolor, o de
cualquier tipo de aflicción como el hambre o la tensión sexual, por lo que eran
lícitos los actos en orden a su eliminación. Pero de una forma comedida y
racional. Para ellos, la Felicidad era el equilibrio perfecto entre la mente y
el cuerpo que proporcionaba la serenidad o ataraxia.
Este concepto de
equilibrio, de paz, de integración cuerpo-mente (“ataraxia”) puede equipararse
a los diferentes enfoques actuales de las múltiples y variadas doctrinas del
yoga, meditación, zen, y muchas otras; pero en nuestra historia cultural (y cristiana),
hubo que crear el concepto “alma” en ese enfoque sublimador de nuestras más
instintivas tendencias, deseos y satisfacciones. Teniendo en el plano sexual su
más álgido exponente, creando una separación abismal entre el sexo y el amor, y
el placer corporal con la sublimación espiritual.
Si volvemos a Epicúreo, y nos planteásemos qué opinaba su
doctrina sobre esta posible “dualidad” de
“los placeres del cuerpo frente a
los del alma”, hemos de concluir que Epicuro no era dualista, es decir, no
postulaba la oposición cuerpo-alma. Su propuesta es “el equilibrio voluntario y consciente de estos placeres”. Sin
embargo, también opinaba que el placer del alma es superior al placer del
cuerpo, pero por la siguiente apreciación: “el placer corporal tiene vigencia en el
momento presente, pero es breve, mientras que los del alma son más duraderos y
además pueden eliminar o atenuar los dolores del cuerpo”.
Y añadía: Los
placeres del espíritu
son superiores a los del cuerpo,
y ambos deben satisfacerse con inteligencia,
procurando llegar a un estado de bienestar corporal y espiritual al que llamaba
ataraxia.
Criticaba tanto el desenfreno
como la renuncia a los placeres de la carne, arguyendo que debería buscarse un
término medio, y que los goces carnales deberían satisfacerse siempre y cuando
no conllevaran un dolor colateral.
La
ética de Epicuro se basa en dos polos opuestos: el miedo, que debe ser
evitado, y el placer,
que debe procurarse por considerarse bueno y valioso
En definitiva: ¿Qué es el placer?
Esta palabra se usa de distintas maneras, pero considerando su uso en el
dominio popular, parece conveniente definirlo así: “el sentimiento de satisfacción
que de la esfera sensitiva se difunde a la psíquica y espiritual, como
respuesta del sujeto a la consecución de un bien”.
Si buscamos otras fuentes
de análisis, y nos vamos a Aristóteles, a través del libro segundo de “La gran
moral”, podemos encontrar conceptos como los siguientes: “….Para completar todas las teorías precedentes,
debemos tratar del placer, puesto que se trata de la felicidad, y todo el mundo
está acorde en creer que la felicidad es el placer y en que consiste en vivir
de una manera agradable, o por lo menos, que sin el placer no hay felicidad
posible. Los mismos que hacen la guerra al placer y que no quieren contarlo
entre los bienes, reconocen cuando menos que la felicidad consiste en no tener
pena, y no tener pena es estar a punto de tener placer. Es preciso, pues, estudiar
el placer, no sólo porque los demás filósofos creen que deben ocuparse de él,
sino también porque en cierta manera es una necesidad que lo hagamos. En
efecto, tratamos de la felicidad, que hemos definido diciendo que es el acto de
la virtud en una vida perfecta; pero la virtud se refiere esencialmente al
placer y al dolor, y por consiguiente, es imprescindible hablar del placer,
puesto que sin placer no hay felicidad. “
Es verdad que hoy en día nadie
equipararía “técnicamente” (sinónimo) "placer" a “bien moral” ni a “felicidad”, pero el
empeño en exaltar esa diferenciación lo que está haciendo es el error de
ignorar, o al menos no reconocer, que no es posible la felicidad ni el bien sin
el placer: “los que ejercen su actividad con placer, los que gozan en sus actos,
sean de la índole que sean, alcanzan un nivel de bienestar y felicidad muy
superior al de aquellos que no encuentran en ellos ese placer por buscar
valoraciones espirituales de más alto alcance” (Aristóteles).
Creo,
pues, que tan bueno, saludable, y completo puede ser el vivir un placer
meramente físico de piel con piel, que el pensar que solo en el amor y el alma
pueda encontrarse el mismo nivel de bienestar y felicidad.
Entiendo que aquella primera
imagen-mensaje origen de este cuestionamiento presentaba un concepto bonito y
valorable del beso y entrega sincera, profunda, que –como suele decirse- “te
llega al alma”.
Pero lo que yo he querido plantear con este artículo es que
debemos evitar caer en la tentación de minusvalorar el mero placer físico y sensitivo
de piel con piel aunque no vayan acompañados de sentimientos más profundos.
Pueden ser caricias y placeres tan sinceros y honestos como los encaminados al
alma, pero, simplemente, en otro plano
Os traigo a continuación un vídeo
que hace relación a estas cuestiones
Y finalizo con dos cortos poemas
sobre el placer “del instinto”, al que no debemos contraponer “valores más
altos” sublimándolo en amor
En alas
de deseos reprimidos,
volemos
por el cielo del placer.
Recorramos
nuestros cuerpos con plácidas caricias,
o con
entregas y pasiones no ficticias;
boca con
boca, manos con manos, piel con piel.
No es tu
amor lo que te exijo, es tu placer
-.-.-.-.-.-.-
¿Me amas
de verdad?, me preguntaste,
sin amor,
no hay entrega, me dijiste,
leíste la
pena en mi mirada triste,
bajaste la
tuya y te callaste.
Tumbados
junto al fuego crepitante
nuestras manos
siguieron acariciando,
y algo en
nuestro interior resucitando,
nos dio la
vida en aquel instante.
Nos
miramos, nos besamos, nos acariciamos,
sentimos que
nuestra piel se electrizaba
y la luz
del placer se recobraba
sin decir
ninguno si nos amábamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Anímate a aportar tus opiniones a todos los participantes del blog