Quienes han convivido conmigo a lo largo de mi vida pueden atestiguar que jamás me habrán oído decir “estoy aburrido”, “me aburro” o “¡¡qué aburrimiento!!. Es algo que nunca he llegado a comprender
Así os lo decía hace tres días en Facebook, cuando
compartí esta imagen que había recibido, y anunciándoos que estaba preparando
este artículo, que ahora os aporto.
¿Qué es el aburrimiento?; ¿qué es sentirse aburrido?, ¿es
lo mismo estar viendo, contemplando, “sufriendo” una película, un concierto, o
cualquier espectáculo que “nos resulte aburrido”, que “sentirse aburrido”, o
“estar aburrido?
He hecho una
especie de encuesta, o búsqueda de opiniones personales, sobre lo que la gente
identifica como aburrimiento, o “estar aburriéndose”, o “estar aburrido”; y
puedo concluir que las tres explicaciones o expresiones más frecuentes sueles
ser:
1.- “no saber qué hacer”
2.- “no tener nada que hacer”
3.- “es que nada me divierte”
Antes de entrar a comentar más estas expresiones, veamos
qué dice la RAE sobre el término “aburrimiento”
De estas definiciones personalmente sólo encuentro una
cierta coincidencia en la última concepción popular anteriormente reflejada, en
cuanto a ese “sufrimiento o malestar porque algo “externo” nos molesta, nos
cansa, o no nos divierte”. Y esto se correspondería con una realidad de un
momento en que realmente “algo”
que esperábamos que nos produjera satisfacción o diversión más bien nos cansa
…o nos aburre.
Yo creo que esta es la única expresión, o concepto de
aburrimiento que puedo comprender puede sucedernos a cualquiera en un momento
concreto dado; pero aunque sí podemos utilizar la expresión “me siento
aburrido”, este aburrimiento no es producido, “generado” por nosotros mismos
(por nuestra forma de pensar o sentir), sino porque ese algo externo es aburrido
(para nosotros), no tiene gracia, interés, o calidad suficiente para
motivarnos.
Pero si
relacionamos esta acepción, y posibilidad real, con las dos señaladas en primer
lugar, hay un remedio facilísimo para salir de esa situación: “¡¡hacer algo!!”,
levantarse y marcharse; ….porque somos dueños y responsables de nuestra vida,
de nuestros sentimientos y nuestras acciones, y permanecer en esa situación o
salir de ella, depende exclusivamente de nosotros.
Y os voy a contar
un ejemplo relacionado con la foto que precede a este párrafo: Yo estaba un día
en una conferencia de trabajo y estaba sintiéndome casi tan aburrido como se
muestra en la foto, y como no me parecía muy apropiado en ese momento
levantarme y marcharme, decidí cambiar los canales de la traducción, para ver
como lo seguía en francés o en inglés, y así salí de esa situación de tedio y
aburrimiento.
Si pasamos al
“Diccionario de los Sentimientos”, de José Antonio Marina y Marisa López Penas,
nos encontramos en primer lugar con las siguientes acepciones de aburrimiento:
Sinónimos: acidia, desinterés, hartura, hastío, fastidio,
tedio
Antónimos: diversión, interés, satisfacción, animación
Pero profundicemos en su desarrollo explicativo (Capítulo
IX, pags. 210 y sigts)
“Los terráqueos se mueren de risa, pero también de
aburrimiento”. Esta frase no es nada baladí para comenzar el capítulo. Quiere
poner de relieve que tanto la risa
-expresión máxima externa fisiológica de los estados de alegría y/o
euforia- como el aburrimiento -expresión de fastidioso desinterés- pueden
llevar a la persona a estados irreversibles.
Para Agnes Heller los humanos somos sobre todo
“emociones”, “acciones de movimiento”,
“actividad”, “aventura”, “necesidad de nuevos conocimientos, de nuevos
descubrimientos”; esto es en su opinión lo que sustenta al ser humano y le ha
permitido su evolución constante y progresiva. Por tanto, cuando un ser humano
cae en estados de hastío, de desinterés, de hartura, … de aburrimiento, cae en
lo que se denomina “acidia” que es una “inactividad” destructiva y anuladora
progresiva de la voluntad de acción.
La primera raíz lingüística de nuestra actual palabra
aburrimiento, deriva de la latina “abhorrere”, que significa tener odio y
aversión a algo. Esta acepción, que ya no suele recogerse específicamente en
los actuales diccionarios, sí era frecuente (cuando no la primaria) en diccionarios
de siglos pasados. Así pues, no podemos dejar de lado esta raíz de semejanza
con la “familia emocional” del “odio”
que es, sin duda alguna, uno de los más destructivos estados anímicos de la
persona. No voy a profundizar más ahora sobre el odio pues me desviaría del
objeto principal de este artículo, pero sí quiero remarcar una de las
características principales del odio: el odio está dirigido a hacer daño, a
destruir, a aquél, o aquello que consideramos nos está haciendo daño a nosotros,
o nos ha hecho daño; y nuestra satisfacción no está absolutamente en nada más
que en dicha destrucción; la persona en
estado de odio no se encuentra capaz de encontrar satisfacción con nada ni
nadie de quien le rodee, ya que su mente y su voluntad está centrada exclusivamente
en hacer daño al otro.
De ahí que estos autores consideren que la raíz del
significado de odio o aborrecimiento que engloba la palabra aburrimiento sería
lo que caracterizaría la dificultad, o imposibilidad, de la persona “aburrida”
para encontrar estímulos que le permitan salir de esa situación.
Covarrubias define a la persona aburrida como “un ser
descontento de sí mismo, despechado y medio desesperado”
Y ahora quiero centrarme más en el término “acidia”
Según el diccionario, “acidia” se equipara a desgana,
desidia, flojedad, galbana, laxitud, pereza y negligencia; señalándose como
principal antónimo precisamente el término “diligencia”. Estas últimas expresiones,
también son reflejadas en el “Wikcionario” (Tesauro) que define la “Acidia”
como “falta de esfuerzo o dedicación para la realización de las tareas necesarias o prescritas”
Estos términos son los que nos identificarían con las que
recogí como primeras “expresiones populares” del aburrimiento: sentir que no sabes
qué hacer, o qué tienes que hacer. Y, en estos términos, voy a citar de nuevo a
J.A. Marina pues estudia ampliamente este vocablo de “acidia” en sus inicios
históricos:
<<Un peculiar tipo de aburrimiento atravesó la Edad
Media europea como una “torpe siesta”, como un calima estival. Se llamó “acidia”
y debió de ser frecuente entre los monjes que vivían en los alrededores de
Alejandría”. El término deriva del griego “akedia”, “embotamiento”, “estado de
no importarle (interesarle) a uno nada”, y acabó designando un sentimiento
enormemente complejo, donde se encuentra centrada gran parte de la religiosidad
medieval”
Y Marina sigue citando a otros tratadistas como Casiano,
en su libro sobre “Instituciones Cenobíticas” en las que dice: “Nuestro sexto
combate es con la acidia, que podemos denominar cansancio, o tristeza del
corazón siendo un poderoso y frecuente enemigo de los monjes que habitan en el
desierto….”
Y trae a colación también el siguiente texto (recortado
por mí) de David de Aubsburg, que en el S.XIII decía. “Hay tres clase de
acidia. La primera es una cierta amargura que no puede contentarse con nada
alegre, o sano. …… La segunda clase es un torpor indolente que tiende al sueño
y a todas las comodidades del cuerpo, odia el trabajo, huye de cualquier cosa
costosa y se deleita en la ociosidad. Esto es “la pereza”. .…La tercera es la debilidad
específica en las obligaciones con Dios. Los rezos y las plegarias se realizan
sin devoción ni atención, porque sus mentes no se hallan en el presente sino en
otros pensamientos” >>
Finalmente, en el libro “VANITAS, Retórica visual de la
mirada”, de Luis Vives Ferrándiz, y comentarios adicionales al mismo, se hacen
amplias referencias a las similitudes
entre la acidia y la melancolía, en base a los cuadros de Durero y Ripa, (anteriores),
y sus relaciones con la salud física y moral, el mundo y la trascendencia,
tales como (por ejemplo) los siguiente:
<<….La teología moral medieval relacionó la
melancolía con la acedía ya que la primera podía ser vista como un vicio, tanto
más cuando los síntomas externos de la pereza eran muy similares al cuadro
médico que la melancolía planteaba….
…. (Respecto al cuadro de Durero) ….Así, estos personajes
dormidos representan, por un lado, al alma dormida, pero, por otro, entroncan
con la tradición cultural de la representación de la melancolía y la pereza.
Son imágenes que denuncian el estado de somnolencia, de pereza, de torpeza
espiritual que atacaría al hombre y del que debe despertar con la meditación
sobre la muerte….
….. Vascones recuerda la importancia de la muerte para
despertar de este sueño con las siguientes palabras : “Una de las cosas más
importantes es traer siempre delante de los ojos la memoria de la muerte. Este es
el estímulo y aguijón que más le hace avivar y sacudir la pereza y la flojedad.
Este es el despertador de la modorra”….
…. Y así también lo explica el predicador de las honras
fúnebres de Doña Mariana de Austria al recordar que “…entre todas las cosas
reformadoras de nuestras costumbres ninguna hay que así despierte el sueño de
nuestros descuidos como la memoria la muerte” >>
Y, finalmente, un comentario sobre la idea de la “meditación
salvadora” en dichos dos cuadros, expresa lo siguiente: “….logran condensar los
elementos melancólicos a través del desengaño, ya que el desengaño barroco
puede definirse como una especie de sabiduría que permite al hombre mirar las
cosas al margen de su apariencia, indagando sobre su verdadera esencia,
adquiriendo un sentido de la duración del tiempo y la insignificancia de los
bienes terrenos con su consiguiente menosprecio”
Muchos de los
jóvenes que repetidamente expresan y muestran con sus laxas posturas y
abandonos un estado continuado de aburrimiento, suelen decir que es que “no ven
ningún motivo para vivir”, “que no encuentran ningún aliciente de futuro”, que “la
vida no les ofrece nada”. ¿Estáis seguros que la vida no os ofrece nada?; ¿os
preocupáis de encontrar su belleza y sus oportunidades de felicidad y satisfacción?;
¿estáis realmente “haciendo” algo para ello?
Mirad, este artículo sentí que deseaba escribirlo en la
siguiente situación: estaba un sábado por la tarde con un grupo de voluntarios
de la Cruz Roja recogiendo alimentos en un supermercado, cuando oí a un grupo
de jóvenes que estaban llenando los carros de botellones para pasar la tarde y
una chica le decía a otra: “¿sabes lo que te digo, hija?, que esto va a ser el
mismo aburrimiento de cada fin de semana; prefiero quedarme en casa y aburrirme
viendo la tele, por lo menos así estoy tumbada y descalza”.
¿Cómo es posible que estas personas estén aburridas?. Yo
en aquel momento lógicamente no les dije nada, pero si alguna, o algún joven en
situación similar lee este artículo, yo le aconsejaría que no se coja una
calavera y se ponga a meditar como hacían los monjes, pero que ¡¡¡se levanten!!
Y ¡¡salgan a la calle!! y ¡¡miren a su alrededor!!, lean el rostro de la gente, sus expresiones de
felicidad y traten de sentir que puede ser la suya, o sus expresiones de
tristeza y traten de conocer y comprender las razones de las mismas. ¡¡¡Que
lean, que lean todo lo que puedan, y que comenten lo que leen con sus amigos y
amigas!!
¡¡Cómo es posible que no sepan lo que quieren hacer; o
que sientan que no tienen nada que hacer!!??
¡¡¿Cómo es posible que piensen que “la vida no les da nada?!!....pero
¡¡¿es que realmente VIVEN?!!
Jamás dejéis que se apodere de vosotros el aburrimiento.
Vivid cada momento como si fuera el último. Y, quizás, la mejor forma sea vivirlo
con y para los demás.
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