Tecnología y evolución humana
¿Quién se atrevería a negar que la tecnología en sí misma,
por sí misma, puede suponer un paso atrás en la evolución humana?; ¿alguien sería capaz de negar que desde el
descubrimiento de la utilización del fuego, el invento de la rueda, o la
máquina de vapor … hasta nuestros días todos los descubrimientos y avances
tecnológicos han supuesto un paso adelante en la evolución del ser humano y -a grandes rasgos- siempre han supuesto una
mejora de la calidad de vida?. No, probablemente nadie se atrevería a ser tan
negativo.
Sin embargo ayer tuve ocasión de estar charlando con unos
amigos y la conversación fue girando hacia el posible nivel actual de
“dependencia” absoluta de las tecnologías, y de las bondades de otros tipos de
vida que para nuestros jóvenes son verdaderos misterios de “la prehistoria”.
Os voy a comentar tres casos, o situaciones concretas que
salieron en la conversación de ayer
El primero se refiere a una imagen nada
inusual en cualquier bar o restaurante público (no sé, lógicamente, si en las casa de
cada cual sucede lo mismo, aunque lo doy por seguro pues lo que trasladamos a
la calle es lo que acostumbramos a hacer en nuestro día a día privado): una
mesa familiar en que los hijos se pasan todo el tiempo de la comida jugando con
las consolas, sin mediar una sola palabra con sus padres, e incluso entre ellos
mismos.
Por supuesto que los adultos también hacen uso continuado de
sus teléfonos-ordenadores. Y al igual que recordamos que hace unos años lo
primero que se hacía en muchas comidas era poner encima de la mesa el tabaco, y
se fumaba con frecuencia a lo largo de la comida (con la incongruencia que eso
suponía, y el malestar para los que no fumaban), ahora, lo primero que vemos que se hace es
poner encima de la mesa los móviles, smartphons, ipods, tablets, y lo que sea…y
utilizarlos sin parar
¿Cabe esperar que estos jóvenes --a los que cada día se les
refuerza esta posibilidad de “no-relación” familiar-- puedan imaginar y comprender que el charlar
con la familia, o con quienes se comparte una comida, puede aportarles unos
beneficios de desarrollo personal y afectivo enormes?.
Si siempre, generación
tras generación, se he denunciado como una situación generadora de problemas la
insuficiente comunicación entre padres e hijos, si siempre ha sido difícil
conocer y comprender los actos y actitudes de nuestros jóvenes, ¿cuál puede ser
el límite de “¿retroceso?” con el actual proceso de “dependencia” tecnológica?
El segundo caso es el de las “reparaciones vs
sustituciones”. Hace unas pocas decenas de años, las cosas (las pocas máquinas
o aparatos “electro-mecánicos” que estaban en nuestra casa, en nuestro día a
día) cuando se rompían, se arreglaban; y era normal que los más jóvenes
acudiesen a los mayores de su entorno a pedirles que se las arreglasen, y los
mayores lo hacían, porque las cosas duraban muchos años y otras veces ya habían
tenido que arreglar esas averías, normalmente mecánicas o eléctricas. Y esto
generaba una relación de ayuda y reconocimiento que hacía que las relaciones
intergeneracionales tuviesen un normal nivel de respeto y cariño.
Hoy en día, casi ningún artilugio -electrónico- se repara;
desde luego no en casa por los
mayores; y sólo, rara vez, en las propias casas
fabricantes. Lo habitual, al menos en la cultural general entre los jóvenes (y
los no tan jóvenes) es, simplemente, que hay que titar el viejo y comprar uno nuevo … con más
prestaciones (condicionantes) tecnológicas y, por supuesto, generalmente más
caro. Lo cual, además, genera unos problemas de basura tecnológica que nos empeñamos en no querer conocer...., pero esto lo dejo para otro día
En definitiva, la
evolución tecnológica de estos aparatejos
-que sin duda nos “facilitan” ciertas cosas de la vida diaria- se podría ver como una traslación del anterior
mundo relacional “familiar” (en sentido amplio), a un mundo de meras relaciones
comerciales de las que, sin duda, no somos más que meros agentes consumidores
de unas líneas comerciales cada vez más despersonalizadoras y cuyas “redes de
actuación” cada día nos encierran más y más en sus condicionamientos.
Finalmente, la
tercera situación que comentamos entre los amigos fue la de la imposibilidad de
comprensión de la generación, o generaciones “tele-tecnificadas” de una vida
sin estos aparatejos. Contaba una de las personas de la reunión una
conversación con su nieta en la que ésta no podía comprender cómo vivíamos
antes sin teléfono.
Preguntaba ¿y cómo quedabais con vuestros amigos?, y ¿cómo
os contabais lo que habíais echo ese día por la mañana, por la tarde, por la
noche, con menganito, con sutanito, ….? ¿y cómo os poníais de acuerdo para
encontraros en una sala de cine o en otra?; etc…
Y realmente,
oyendo a esta persona contar, expresar, la incredulidad de su nieta de que
fuera posible vivir sin tener un móvil en la mano, creo que la pregunta que
titula este artículo no es una pregunta tonta, ¿sabríamos vivir sin móvil?. Si
por una causa, u otra, (y hay sendos estudios de los peligros de un posible
“apagón tecnológico”) nos encontrásemos sin señal alguna en nuestros móviles,
¿seríamos capaces de saber reaccionar de la forma adecuada?
Es indiscutible
que la tecnología de los móviles e internet nos facilita muchísimas cosas de la
vida: compras, operaciones bancarias, conocer noticias al instante, reservas de
viajes, disposición absoluta de toda la información disponible a nivel mundial,
poder leer libros y libros en cualquier espacio; etc, etc, etc,. Pero yo me pregunto : ¿El ser humano avanza
hacia una mayor independencia, o hacia una mayor dependencia; hacía una mejor
interrelación o hacia un mayor individualismo; somos cada día más gestores de
nuestra vida diaria, o más marionetas?.
Como comentaba
anteriormente, la adición y dependencia de ese paquete de tabaco que siempre
estaba encima de la mesa ¿han hecho más daño a millones de personas que lo que
pueden estar haciendo las actuales dependencias y adicciones tecnológicas?
Recuerdo
que hace ya varios años una vez preguntaba a un amigo: ¿cómo podemos ni
imaginar siquiera que alguien de las nuevas generaciones pueda comprender y
valorar las ventajas de ir de huerta en huerta saltando vallas y robando fruta
de los árboles, y jugar partidos de futbol en una carretera en la que cuando
veíamos venir uno o dos coches nos daba tiempo a parar, dejarles pasar y luego
seguir el partido?
No estoy diciendo
que haya que volver a aquellos tiempos de verdes prados y huertas donde ahora
hay torres inmensas de pisos sin vender. Lo que estoy diciendo es, simplemente,
que nuestros jóvenes no pueden pensar, ni valorar, un tipo de vida
absolutamente desconocido para ellos, ni, por tanto, desear recuperar algunas
de sus posibles ventajas.
Y lo que pregunto es: ¿nos estará pasando lo mismo
con el desarrollo imparable de las tecnologías de la comunicación?, ¿estaremos
yendo por un camino en el que las ventajas de las relaciones personales cara a
cara, totales, pausadas, profundas, puedan desaparecer para siempre?, ¿y
creemos que esto es “evolución” del ser humano, o puede ser retroceso?
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