No
soy culpable de la mochila que llevabas sobre tus hombros cuando llegaste a mi
vida; … ni soy culpable de la carga de sufrimiento, desconfianza y desilusión
que la llenaban; …pero quizás sí soy culpable de no haberte quitado de encima definitivamente
esa mochila.
No
soy culpable del entorno de vida en que te encontré, ni del entorno de vida en
que yo estaba; …pero quizás si soy culpable de no haber logrado
encontrar el nuevo para ambos.
No
soy culpable de todo lo que te he dado mientras nuestras vidas compartían
tantas cosas; …pero quizás sí soy culpable de no haberte dado lo que hubiera
permitido que hubiesen transcurrido juntas para siempre.
No
soy culpable de que la vida no te hubiese dado antes todo lo que te merecías;
pero sí soy culpable de no darte yo lo que te merecías ahora que nuestros
caminos se habían encontrado.
Porque
realmente te mereces todo lo que una persona tiene derecho a tener: casa,
salud, familia, amor y reconocimiento. Eres la persona más maravillosa que pudiera
soñar: con una filosofía de vida admirable: humildad, amor a todo lo vivo:
plantas, animales, personas. Respeto y valentía a la vez. Paciencia,
comprensión y un gran espíritu de lucha. Esperanza en la bondad de los demás.
Juventud y belleza plena desde lo más profundo de tu ser hasta tu más fresca
sonrisa. Vivir junto a ti, vivir a tu cuidado, vivir con tu amor, es el mayor
regalo que la vida podría proporcionarme, ….y tú me lo entregaste totalmente y
yo no supe corresponderte
Te
he dado mucho, con sumo amor, ilusión y sinceridad; pero seguramente no te he
dado lo único que de verdad podría llegar a hacerte feliz, lo único que de
verdad podría hacernos felices a los dos. ¿De qué sirve todo lo que te di si al
final te he dejado marchar, e incluso
más: te he echado de mi lado y te he dicho, sin palabras pero con hechos, “vuelve
a tu camino y llévate consigo tu mochila”?
Hay
quien piensa que “he sido prudente”; hay quien me dice que “no podía hacer
otra cosa”; hay quien dice : “así es la vida”; …y yo sé que la única
verdad válida para ti es que no fuí capaz de abandonar mi zona de confort; …que
no fui capaz de arriesgarme a apostar, de apostar al caballo ganador; el premio
era el máximo imaginable, pero me asustó la apuesta que había que hacer.
Cuando me esté
muriendo aún recordaré la lección que me diste cuando nos encontramos el gatito
herido: me animaste a cogerlo, meterlo en el coche y llevarlo al veterinario;
yo dudaba; y tú me dijiste, casi gritando, “¡¡¿pero de qué demonios dudas?, es
simplemente “salvar una vida”, tan sencillo como eso”!!!, y te despojaste de tu chaqueta y con tu camisa
envolviste al gatito hasta que lo cogieron los médicos.
Tú llegaste a mi
vida para salvarla; para salvarme del tedio, del hastío, de la vacuidad, de la
complacencia, de la vagancia, de la laxitud; viniste a mi vida para darme
alegría, positivismo, esperanza, ilusión…. y yo no supe comprenderte… y te he
perdido para siempre
En tu libro,
“gente carroñera” debiera mantener el sentido de “aquellos que tratan de
aprovecharse o sacar partido de las miserias ajenas”. Creo sinceramente que todos y cada uno de los
minutos que pasé junto a tí solo estuvieron guiados por la ilusión, el amor y
la admiración; …pero temo que me recuerdes como la
persona que no te ayudó a perder de vista los personajes del libro de tu vida.
Dicen que la
energía ni se crea ni se destruye, sino que se transforma. De nada sirven ya
mis palabras, pero sé cuáles son mis sentimientos; sé cuál es la fuerza del
cariño que te tengo. Llevas a Dios en tu alma; que Él te acerque la verdad de
cuánto bien te deseo.
Emocionante y doloroso a la vez. Te mando un besote muy fuerte
ResponderEliminarArtículo publicado en "Aportaciones de los lectores"
ResponderEliminarMe gusta tanto como una bella flor, que no suelo arrancar...
ResponderEliminarMe gusta tanto como una bella flor, que no suelo arrancar...
ResponderEliminarNo me cabe la más mínima duda, Candela, de que eres de las personas que cuidas y riegas cada día la flor del amor
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