Hoy he escuchado una serie
de noticias y comentarios sobre la desaparición de las escuelas en varios
pueblos pequeños de nuestra querida España.
Proceso al parecer irreversible y
acelerado en estos momentos de fuertes restricciones económicas en las que lo
que más ha disminuido han sido los presupuestos en Educación y Sanidad, cuestiones que lógicamente no les
preocupa nada a los dirigentes que pueden pagarse cualquier tipo de seguros
privados y escuelas de élite.
Pero con motivo de las
opiniones escuchadas, a mí me ha surgido un sentimiento, una pregunta interior
importante: ¿qué se está perdiendo realmente con la desaparición de las
escuelas rurales, con la desaparición de la juventud de muchos pueblos, con la
desaparición de los propios pueblos, todo ello por su “traslado” a las grandes
ciudades?
Se está perdiendo, por
encima de todo, el sentido de cercanía, de proximidad, de solidaridad de unos
con otros. Recordemos lo que dice la RAE
al respecto
En los pueblos, el sentido
de colaboración es fuerte; a las otras personas no se las tiene como enemigos,
sino que se tiene un gran sentido de “objetivos y situaciones comunes”. Así como comprensión, respeto, y una gran
confianza. Yo recuerdo cuando vivíamos con las puertas abiertas; cuando
cualquiera de nosotros podía entrar casi sin llamar siquiera en las casas de
los vecinos a pedirles un poco de aceite, un tomate que nos faltaba, o a charlar
con ellos …cuando estaban friendo patatas ….para poderles picar alguna por lo
ricas que las hacían.
Pero, por encima de todo,
se está perdiendo también otro elemento cultural, social y económico
importantísimo: la valoración del campo, de la producción agrícola y ganadera.
Acabamos de leer estos días cómo las grandes cadenas de distribución que
controlan todos los canales de venta en las ciudades están “aprovechándose” de
la realidad de nuestros agricultores. Así, por ejemplo, cogiendo la patata como una muestra de
referencia, la última semana los precios
medios de adquisición a los agricultores oscilaron alrededor de los 0,15 €/k.,
cuando el coste mínimo medio de producción de España se sitúa alrededor de los 0,12 €/K …. Y en los súper de nuestras ciudades oscilan alrededor de
los 2,55 €/k
Y lo mismo podríamos decir
de cualquier otro producto hortofrutícola,
leche, quesos, etc…
Es decir: Estamos haciendo
desaparecer un tipo de civilización mucho más humano: solidario, barato y racional, y lo cambiamos
por uno insolidario, competitivo, temeroso, inseguro, y mucho más caro.
Hace muchos años, yo vivía
en Portugalete. Había una carretera que unía Portu con Santurce, por la parte
baja (“el relleno de Peñota”), en la que los críos nos pasábamos horas y horas
jugando al futbol, o haciendo carreras de bicis, ….porque los únicos coches que
pasaban eran los 4 que cabían en la barquilla del “transbordador” (Puente de Vizcaya) o, en su defecto 1 camión
de la Campsa.
Cuando veíamos que se acercaba algún coche gritábamos “¡¡parad, que viene el puente!!”; parábamos,
pasaban los coches y seguíamos jugando tan felices. Fuertes y sanos
Hoy en día esta carretera
es una serie continuada de coches y camiones en ambas direcciones durante las
24 horas del día
Esto, gente de nuestra
generación puede sentir ciertos deseos de recuperarlo. Puede pensar en ello. Pero
los que no lo han conocido; las
generaciones del estrés y de la
competitividad, y de los móviles y horas ante el TV y la consola, es imposible
que puedan planteárselo porque no saben de qué les estás hablando.
Es decir, un cambio
de civilización y de valores
Probablemente no esté en
nuestra mano cambiar esto. Pero sí debemos aportar a cuantos nos rodeen, y
sobre todos a los jóvenes, la importancia de ciertos valores propios de la
esencia del ser humano. Esto sí está en
nuestra mano, y debemos luchar por ello. Quizás si recuperamos el sentido del “prójimo”
también empecemos a despreciar la corrupción y el medrar a cualquier precio,
caiga quien caiga
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