Sé sobre lo que voy a escribir; sé lo que quiero expresar;
y es difícil que las frases de inicio que siguen puedan entenderse sin llegar
al final.
Porque voy a referirme a un gran dolor; un dolor con
amargura, con bilis en la boca; un dolor terrible, y sin embargo ¡¡bendito dolor!!
En este Blog he escrito muchos artículos sobre política y
sociedad. Muchos artículos en que he querido poner mi pequeño granito de arena
sobre muchas miserias, mucho dolor, que están sufriendo millones de familias y
niños españoles. Y cuando pensemos en esos padres que ven que no pueden
llevarles suficiente comida a sus hijos; cuando esas familias ven que sus
familiares enferman por carencia de alimentación, por frío, o por enfermedad no
tratada adecuadamente por falta de medios; cuando esos padres ven a sus
esposas, o esposos, a sus padres, y sobre todos a sus hijos en esas
situaciones, ¿¡¡a quién de nosotros se nos ocurriría decir que ese no es un
dolor insoportable, insuperable!!??
¿¡¡Quién de nosotros sería capaz de imaginar un dolor más
grande que el de cualquier padre que ve morir a un hijo, por miseria, o por
accidente, o por lo que sea!!?
No, evidentemente, difícilmente hay dolores mayores que
esos.
Sin embargo yo quiero hablar hoy de otro dolor. Un dolor
muy extendido y un dolor tremendo por su especialísima amargura: el dolor del
enamorado abandonado.
Volviendo a las miserias sociales causadas por políticas
que sólo adoran al dios dinero, al poder de las empresas multinacionales. Estas
miserias, este dolor, está causado por alguien ajeno a nosotros, alguien que ni
siquiera nos conoce; alguien para los que no somos más que un DNI.
Y si pensamos en las muertes de los hijos en accidentes,
por un ataque, exceso de alcohol o droga, o cualquier otro hecho semejante, son
también causas externas, absolutamente fuera de cualquier relación afectiva.
Pero el dolor causado por el abandono del ser amado, del
ser que hasta un segundo antes nos decía que nos quería, que éramos todo para
él/ella; del ser que constituía nuestra razón de ser, nuestra razón de vivir,
que era nuestro aire diario, el factor reactivador diario de nuestra sangre, de
nuestras endorfinas; …y que de repente desaparece de nuestra vida poniéndonos
una y mil escusas que nada tienen que ver con la realidad vivida hasta ese
momento; este dolor es inmensamente amargo, inmensamente destructor,
inmensamente desintegrador, anulador. ¿¡¡Qué queda de una persona enamorada
cuando descubre que para aquél/ella en quien había depositado todo, todo, todo, no somos absolutamente nada!!?
¿Cómo es posible que un ser humano sea capaz de estar ¡¡engañando!!,
sí, engañando!! hasta el último momento
a otra persona, a la que dice querer? ¿Cómo es posible hacer tanto daño? Y de
forma personal y directa
Porque cuando una persona abandona a la quien decía
querer, no la abandona dejándola tranquila y racionalmente “explicada” porque le muestre las razones de su decisión,
sino que siempre se abandona con engaños y falta de sinceridad, falta de
honestidad.
El gran dolor, el dolor amargo con bilis y hasta diarreas
y sangrados que producen estos abandonos, no es por el abandono en sí, por la
pérdida del ser amado, es por el engaño, por el ninguneo, el desprecio, la
mentira, la falta de sinceridad. Es por darnos cuenta de la verdad.
Dicen que el amor es ciego y que te impide ver la
realidad. Yo creo que el amor, el del que de verdad ama, es real, no es ciego, y es
maravilloso. El que realmente ama no está en un mundo de fantasía, está en lo
más real y profundo del ser humano, en su verdadera esencia como persona. Es el
otro el que es una falsedad.
No está tipificado en el Código Penal esta forma de
lesión, esta forma de herir, esta forma de hasta matar. Pero no por eso es
menos cruel que otras sí tipificadas.
¡¡Pobres los que no son capaces de amar!!
Por eso titulé así este artículo, y así lo acabo. Por eso
llamo bendito a este dolor; porque al fin y al cabo, por muy terrible que sea, y
duré más o menos tiempo, como decía el sabio filósofo: “La mejor forma de
responder a un abandono de amor es diciendo: Gracias por mostrarme tu realidad,
y hasta nunca jamás”
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